domingo, 5 de julio de 2009

Una experiencia


¡Todo Javier Prado, trébol, La Molina!, ¡al fondo hay sitio!, esas son frases típicas que escuchamos siempre al subir a una combi, la música que hace vibrar a cada uno de los pasajeros, la famosa cumbia que no puede faltar a toda hora o la inolvidable, tu radio amiga, la hora del lonchecito, la mega. Radios que distinguen a estos medios de transporte.

Algunos duermen, el camino es largo, otros leen, algunos escuchan música y otros solo miran a la ventana y ruegan que avance rápido para llegar a su destino.
Bajan en la esquina, sube señora con bebe, pie derecho, arriba. Pague pasaje completo, algunos se pelean, otros se rinden y simplemente pagan o se bajan del carro.

Algunos van llenos otros vacíos, pero siempre haciendo carreras, pareciera que llevaran burros de carga, como algunas señoras y señores suelen gritan cuando se van de un lado al otro mientras el chofer maneja como un loco.

Hay varias rutas, varios colores, varios tamaños, chicos, grandes, medianos, inmensos. Algunos de gasolina otros de petróleo.
Ha veces van cantantes, otros enfermos, algunos con sus hijos cargados a la espalda tratando de que uno le tenga compasión y le de aunque sea unos míseros veinte céntimos.
Algunos se voltean, otros colaboran, pero siempre te agradecen con un Dios le bendiga.

No pasaran de moda, de repente cambien, mejoren o desaparezcan pero siempre nos van a salvar, cuando uno quiere ahorrar y la combi nos tengamos que trepar, para poder a nuestro destino llegar.

Vamos avanzando, vámonos parando, cuidado los bolsillos y carteras que algunos amigos de lo ajeno pueden intentar hacernos pasar un mal rato. Ya estamos cerca de llegar al paradero donde todos empujando y gritando se tienen que bajar. Y así viene hacer algunos días en las combis, con un terrible tráfico y una historia nueva, con la música del día y los cantos de los vendedores que no tienen sinfonía.

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